Aquí sentado, me encuentro
trabajando, escribiendo y escribiendo lo que será mi mayor éxito. Me
impresiono, pues la inspiración brota en torrentes de oraciones como nunca lo
había hecho. Con cada palabra que escribo siento como dreno todas aquellas
sensaciones que me atormentan en las noches. La liberación resulta increíble. Sin
embargo me he percatado de su gran poder adictivo. Es como si no pudiese
despegarme de esta silla y alejarme de las teclas, solo puedo escribir y
escribir.
Con cada hora que pasa siento que
evoluciono, mi escritura se va haciendo más fluida, mi ritmo aumenta y las
ideas brotan con claridad. Mis personajes avanzan con la historia,
profundizando su existencia y dándole un poder sobrenatural. Hay momentos en
los que no se si soy yo o son ellos los que escriben, debo admitir que esto me
da escalofríos de vez en cuando.
Mis escenarios han sido
retratados como mi imaginación los ha compuesto. En una sinfonía de detalles
caen como lluvia las habitaciones, los pasillos, la cocina, el estar y la
fachada de mi casa embrujada. Del mismo modo la mueblería corroída, el piso,
que cruje con cada paso, las paredes agrietadas por el olvido y el techo que
retumba con el caer de las gotas por la terrible tormenta que azota este
endemoniado edificio.
El ambiente de la casa es
sombrío, solitario y muy silencioso. Un aura oscura está apoderada de ella,
como si algo maligno habitara en ella, esperando a que sus víctimas se acerquen
y caigan en su trampa. No puedo negar que para escribir esta historia me he
sumido en una especie de oscuridad, la soledad siempre ha sido amiga de lo
desconocido, pues si nada ves y tu mente
creativa se activa, el terror será lo primero que te estremezca.
Cuando ya mi historia tiene un
cuerpo sólido, y las víctimas se encuentran dentro de la casa, puedo sentir sus
nervios, puedo oír sus pasos, lentos e inseguros que atraviesan el estar de la
casa, es como si estuviesen aquí. Esta casa no juega solo con los nervios de
sus presas, al contrario juega con sus ilusiones y esperanzas, pues esta casa
sabe que la única forma de torturar a una persona de manera prolongada es
dándole esperanzas imaginarias.
Siento como uno a uno mis
personajes van cayendo, sus muertes son muy dolorosas, pues antes de exhalar
por última vez, recuerdan su vida una y otra vez, en una ansiedad que los
confunde, y no saben si desean vivir o por el contrario la muerte resulta una
salida rápida para su martirio. Pobres, cada vez que los sigo en sus huidas
desesperadas siento un poco de lástima, sin embargo a la vez me parece
divertido, pues lo divertido de escribir es que puedes matar a quien quieras.
Solo dos quedan, ciertamente los
más fuertes, aunque he de aclarar que a diferencia de todas las tontas
historias de casas embrujadas, en ésta ningún personaje es débil. Por el
contrario, me propuse a tener personajes complejos, pues el reto de deshacerme
de ellos sería aun mayor y mi victoria infinitamente más gratificante. Mis
favoritos aun se mantienen cuerdos, han intentado salir y descubierto con
muecas de terror que es imposible. No creo que necesite muchas palabras para
hacerlos desesperar.
Y de pronto todo es oscuridad, la
lluvia cesa completamente y los rayos que ofrecían cierta visibilidad han
desaparecido. El silencio es desquiciante y solo los susurros seguidos de
torpes pasos se escuchan en la casa. Hasta que, extrañas voces comienzan a
hablar al lado de mis muchachos, incluso, pueden sentir la respiración de estos
seres que vienen a llevárselos. Tomados de la mano y con lágrimas en los ojos
corretean, tropezando torpemente por el velo de la oscuridad.
Siento como mi alma se regocija
con el sufrimiento de estos dos, es un placer inigualable. Tengo sus vidas en
mis manos ¡Soy tan poderoso como el mismo Dios! ¡Soy el juez y verdugo! Con que
esta es la sensación de aquello que describen como sed de sangre. El frenesí se
apodera de mi, todo mi cuerpo se eriza y mi boca se seca, finalmente tendré a
mis dos últimos trofeos.
Mis chicos deciden subir las
escaleras, una tormentosa tarea me atrevo a decir, pues las voces ya parecieran
tener cuerpo o algún tipo de fuerza. Los empujones y agarrones los hacen tropezar y golpearse en su trayecto
hacia el segundo piso, de repente un
agarrón violento y con mucha fuerza toma del tobillo de uno de ellos. La carne
se rompe, y la sangre toca el piso, que la absorbe y la posee, pues la casa al
igual que yo está sedienta. Con fuerza, logra sacar su pie de esta mano
fantasmal, y continúan. Al llegar al segundo piso las voces se callan y una
clama tensa reina, sus pasos se vuelven ligeramente más seguros… no tan rápido…
Hago que sus corazones se
aceleren y se tomen de la mano. Un vacío invade sus estómagos, les hago saber a
través del sexto sentido que este es el fin del camino. Hago que la temperatura
baje, y que unos ojos aparezcan justo en frente de ellos. Inmóviles y cargados
de maldad, los observan, esperando a que el terror termine de quitarles la
razón, pero no… estos dos corren hacia ellos y los traspasan, llegan al final
del corredor y se encuentran con una puerta entreabierta, de la cual escapa un
rayo de luz. La abren cuidadosamente y en el medio de la habitación ven a un
hombre sentado de espaldas a ellos… está escribiendo… Con calma volteo y los
miro fijamente, una sonrisa se dibuja en mi cara, me acerco lentamente, y con
cada paso que doy siento el terror de mis muchachos, quienes al ver mi
verdadero rostro no pueden evitar derrumbarse… su Dios ha llegado y ha venido
para ejecutarlos, lentamente…lentamente…lentamente…