martes, 23 de agosto de 2011

¡Se acaba el mundo!

En estos últimos años muchos sucesos han marcado al mundo de manera violenta, pareciera que las barreras religiosas y políticas se hubiesen ensanchado y la humanidad comenzara lentamente a abandonar aquel anhelo de unidad, paz y armonía.

Los terroristas atacan, las dictaduras reprimen, las libertades son pisadas y la humanidad se pierde en un torrente de incertidumbres que nunca terminan de aclararse. Esta serie de comportamientos humanos, crueles, pero humanos, han llevado a muchos a pensar que este podría ser el fin del mundo, pues, no pueden creer que en este planeta, habitado por animales bondadosos e “inteligentes”, ocurran este tipo de cosas.

Sí, es cierto, la maldad está en todas partes y asecha en cualquier esquina, pero si mal no recuerdo eso no es nuevo, y el mal existe desde que el hombre comenzó a razonar y a darse cuenta de sus caprichos y necesidades mundanas. El egoísmo y con él el resentimiento tomaron forma de acciones perjudiciales para el cumplimiento del llamado contrato social.

Aunque no me hacen la menor gracia todos los sucesos criminales de esta última década, las personas que se preguntan qué sucede con el mundo y toda maldad existente en él, sí. Y sí me hacen gracia (sus comentarios ingenuos, no su falta de visión) por la sencilla razón de su notable falta de análisis. Pues si revisamos un poco la historia, podemos encontrar que el mundo no solamente ha girado en la misma dirección que hoy gira, sino que en siglos y milenios anteriores los vientos de guerra y crueldad eran más intensos y despiadados.

El arma que en el siglo XX puso a todos con los pelos de punta, fue la bomba nuclear creada por los Estados Unidos durante la II Guerra Mundial. Varias guerras ya han comenzado en busca de programas que busquen desarrollar las armas de destrucción masiva, porque se piensa que podrían ser la causa del holocausto final, pues, dudo que algún país esté planeando utilizar una de éstas sin razonar bien su estrategia y el impacto que su uso pueda tener en sus metas.

Antiguamente no existían bombas que acabasen con ciudades enteras en un parpadeo, pero si existían ejércitos que tomaban poblaciones enteras y masacraban a todos sus habitantes de forma lenta, en muchas ocasiones estas pugnas duraban meses haciendo que la agonía de los atacados se prolongara. Al final de las batallas, la pestilencia reinaba, en un campo desolado cubierto de humo y espíritus que aún hacían sonar los ecos de los gritos de los que alguna vez vivieron pacíficamente durante generaciones en una ciudad que en ese momento se encontraba bañada en sangre.

Dejando atrás el lenguaje poético, me adentro en la explicación de una verdad en la cual nadie piensa al señalar que el mundo se acaba pues la maldad reina. Esta realidad es que la historia del hombre ha estado marcada por los intereses personales de algunos que movidos por el egoísmo han dominado el destino de la humanidad.

Mientras existan diferencias de pensamientos la llamada “maldad” seguirá existiendo, es decir el mundo no cambiará, porque nuestra naturaleza nunca nos permitirá llegar a un acuerdo que satisfaga a todos por igual. Siempre habrán personas que intenten hacer el bien, pero este nunca logrará eliminar por completo la semilla malévola que fue plantada en nuestros espíritus cuando comenzamos a pensar... (continuará)